domingo, 26 de julio de 2015

El Médico Paciente

Como cualquier empleado, el médico acude cada día a su puesto de trabajo. Allí los pacientes van uno tras otro, con múltiples problemas, en busca de una solución. Cada uno tiene un olor, una vestimenta, una educación, un acento y un carácter que, inevitablemente, causa una impresión en el facultativo. Éste los escucha, los intenta tranquilizar (aunque a veces consiga el efecto contrario) y les ofrece un consejo, una prueba, un tratamiento o una nueva cita. Cuando acaba su jornada, vuelve a su vida cotidiana como cualquier otra persona.

¿Y cuando el médico enferma?... Pues también lo hace como cualquier otro paciente.


Cuando se sienta en frente de un compañero (al menos de profesión) y consulta por algún síntoma, está nervioso. Acude aseado, ha elegido cuidadosamente la vestimenta y durante la entrevista es educado; aún así no sabe qué impresiones va a causar en el facultativo y aunque parezca absurdo, le pone nervioso.

Cuando escucha "la mala noticia", siente como el miedo le recorre el cuerpo, le abraza las piernas y las hace temblar. Sabe que la medicina es inexacta, que todo puede pasar y entonces la duda le invade ¿y si las cosas van mal?.

Él sabe qué pruebas le van a comenzar a realizar, se las conoce (incluso tratándose de inusuales, porque se las ha estudiado); pero nunca ha experimentado en sus propias carnes lo que se siente al realizárselas: es vulnerable al dolor del pinchazo en la extracción de sangre, a la claustrofobia que provoca la resonancia, a la cefalea post epidural...

Cuando recibe el tratamiento, a él le amarga también el sabor de una medicina, pierde pelo con la quimioterapia y le tiran los puntos de una herida quirúrgica.

Ser médico no nos exime de ser, ante todo, personas. Cada día tenemos delante pacientes que sufren, sienten y padecen de la misma forma que lo haríamos nosotros. Por ello yo creo que no deberíamos olvidar nunca que aun siendo empleados como otros cualquiera, nuestro trabajo tiene que ir más allá de lo estrictamente profesional. Debe alcanzar valores humanos como comprensión, empatía y generosidad, pues nos cruzamos en los momentos difíciles de las personas y además de ayudar a solucionar sus problemas de salud, debemos servirles de apoyo en todas las emociones que les surgen y acompañan en estas circunstancias.

caja de medicinas

domingo, 12 de julio de 2015

5 Preguntas que todo residente odia

El otro día me pasaron esta imagen, sacada de Twitter:

ejemplo de mala letra de los médicos
NOTA: No se llama "escribir mal", se llama CANSANCIO.

Lo confieso, sonreí. ¿Quién no ha impreso un informe y al explicárselo al paciente... ha tenido que volverlo a imprimir, corrigiendo disimuladamente los errores que se habían colado en él?.

Y es que hay situaciones que todos los residentes hemos vivido alguna vez, como si formaran parte del periodo de formación; vivencias anexas a nuestro contrato de MIR.

Algunas de esas situaciones tienen la peculiaridad de acompañarse de una pregunta a la que podríamos denominar trampa mortal, pues de forma casi automática tu nervio facial se activa proporcionándote un gesto a modo carita de whatsapp ...

Cara de Whatsapp de hartura

... mientras luchas por sacar una sonrisilla que lo desactive en cuestión de microsegundos y salir elegantemente de la situación.

¿Cuales son? Os estaréis preguntando... pues ahí van 5 grandes ejemplos, con preguntas que todo residente odia:


1. 8:00 a.m. Estas entrando al centro de salud y de pronto te asalta un representante. Reconoces esa mirada... sabes que se acerca la pregunta: ¿Qué?¿Saliente de guardia?.
Sonries educadamente, negando con la cabeza. ¿Tan mala cara tengo?

2. Una guardia de 24 horas. Paciente va, paciente viene. De pronto uno requiere más atención. Entre alta y alta, pasas a preguntarle si ha mejorado el dolor, a explicarle prueba a prueba los resultados que va obteniendo, a prescribirle más medicación, a acercarle un poquito de agua, a preguntarle si el menú de la comida ha sido de su agrado, a informar uno a uno a todos sus familiares... y por fin llega el momento de darle el alta. De pronto allí, ya con el informe en la mano, hace la terrible pregunta: ¿Y no me va a ver el médico?.
Sonries forzosamente y explicas: El médico soy yo.

3. 10:00 am. Te encuentras pasando consulta, al lado de tu adjunta. Indicas al paciente que pase a la camilla que vas a explorarle.  De pronto, con tono paternalista, el paciente se gira hacia ti y te pregunta: ¿Qué? ¿De prácticas? ¿Aprendiendo mucho?.
Sonrisa en boca le dices: No estoy de prácticas, estoy haciendo el MIR.

4. Eres ya R4. Por fin tienes una consulta, contigua a la de tu tutora, para pasar sola a los pacientes. Comienzas a llamar uno a uno a los pacientes y todos sin excepción, lo primero que te preguntan según cruzan la puerta es: -¿No está mi doctora? Y añaden - Es que preferiría que me atendiera ella, que conoce mi historial (aunque todo su historial sea un catarro el año pasado).
Los primeros días aún les sonríes, pero mes tras mes... aquella sonrisa inicial se va desgastando.

5. Domingo por la mañana, saliente de una terrible guardia de sábado donde a penas has parado. Montas en el cercanías de regreso a casa, derrotada. Se te cierran los párpados solos y el cansancio te hace arrastrar el cuerpo hasta uno de los asientos. De pronto una pregunta te saca bruscamente del sueño donde sin querer habías caído: ¿Qué pasa, que no habéis ido a dormir a casa?
Es el revisor, que incluyéndote en el grupete de gente que regresa a casa después de una gran fiesta, os está pidiendo los billetes.
Estás tan zombie que aquí ni siquiera creo que te acuerdes de sonreir ante su confusión...

no hay diferencias tras una dura noche de juerga o de trabajo
¿Habrá al menos 7 diferencias?


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