domingo, 19 de abril de 2015

A las 6:00 de la mañana

Mafalda despeinada de madrugada

Residente a las 6:00 am

Muchos se echarán las manos a la cabeza; otros, en cambio, empatizarán asintiendo con tristeza... pero he de decir que a las 6:00 am después de 24 horas de guardia en urgencias del hospital... ¡¡¡ no doy más de mí!!! Aún así, sigo viendo pacientes hasta las 8:00 que acaba mi turno.

Cuadro de E.Munch
El grito
Recuerdo al último paciente que atendí sobre esa hora en mi última guardia. Mientras le explicaba a qué se debía su dolor de tripa (nada grave), su rostro iba cambiando de expresión. Tras acabar de informarle, no quedaba ni rastro de aquella sonrisa nerviosa con la que había entrado a la consulta. El gesto de su cara entonces parecía El grito de Edvard Munch.

Yo, como comprenderéis, a esas horas, no entendía qué podía estar pasando. Quizás el paciente no estuviera entendiendo bien el mensaje, quizás yo no estuviera tranquilizándole como necesitaba, quizás mi cerebro y mis palabras estaban disociados y no era capaz de transmitir mis ideas adecuadamente... pero aunque lo intenté por dos veces más, incluso lo intenté informando también a su pareja... aquel paciente se fue y yo no sabría deciros si se llevó la idea adecuada o no.

Sin embargo, el problema de la comunicación entre médico y paciente no es sólo puntual a las 6:00 de la mañana después de 24 horas de trabajo intenso. A veces aparece en pleno rendimiento cerebral y es que entre la jerga médica, los nombres tan difíciles de los medicamentos(que por si fuera poco, tienen genérico y marca comercial, usándose además indistintamente), los nervios que supone la consulta y las peculiaridades de cada  médico y paciente, ¡¡no hay quien se aclare!!. Y si no, que se lo pregunten al protagonista de la siguiente historia...


El médico le había diagnosticado el Mal del Destino. Hace días que se descomponía, mas nunca pensó en la muerte como opción. Y beba agua, también le dijo.
Morir. ¿Sería ese su destino, por ladrón?.
Sucesivas horas pasó entre cama y baño. Fiebre y delirio fueron invitados, incitándole a disculpar sus delitos por escrito.
Despertó esposado.
Se deshidrató, dijo su médico. ¿Qué más da, si voy a morir?. No va a morir, sólo está detenido. Pero ¡tengo el Mal del Destino!. ¿Eso entendió?, el médico rió; dije el Mal del Intestino.


El Mal del Destino. 

(Microcuento, Calinela).




domingo, 5 de abril de 2015

Cualquier cosa menos médico.

tres mujeres esperando en la sala de un centro de salud.
SALA DE ESPERA

En ocasiones, durante alguna entrevista clínica, tengo la extraña sensación de que soy cualquier cosa menos médico. Suena raro, pero como veréis, sucede.


Las siguientes líneas son tan sólo un retrato de lo que ocurre algunos días en la consulta. A través de estos personajes inventados, más de uno palpará la realidad...


10:15 am de un martes cualquiera en el centro de salud.

-Fulanita, pase a la consulta. -digo asomándome a la puerta.
Y mientras Fulanita pasa, alboroto general en la sala de espera.
-¿Fulanita? - Grita Menganita, que ha venido con ganas de increpar. -Oye, niña, ¿por qué hora vas? Porque yo tengo a y 20 y creo que voy antes que Fulanita. -Comentario propio de la cola de la pescadería.
-Pasa primero Fulanita que tiene a y 15, que hoy voy en hora. Después saldré a llamar.
Acompaño a Fulanita a la consulta, la acomodo y cual azafata, vuelvo a mi silla, detrás de la mesa.
-Disculpe, Fulanita. Cuénteme, ¿Qué le pasa?. - La voz me sale dulce y cariñosa, como la de una madre intersada por los problemas de su hija adolescente. 
Fulanita, tímida, comienza a llorar. Está nerviosa, tiene muchos problemas y una importante carga familiar. Le escucho, le acerco un pañuelo, le consuelo... Ahora me siento una amiga. Le doy alguna herramienta para que afronte mejor su problema (como haría cualquier psicólogo) y ya más calmada, se despide y se va.
Respiro hondo. Ya son las 10:25; comienza el retraso. Hay que salir a lidiar con Menganita (con el arrojo de un torero).
-Menganita, pase, es su turno. Después, Zutanita.- Digo mientras Menganita va entrando en la consulta. Una vez sentada, continúo. -Buenos días, Menganita.
-Yo venía a que me de un volante para el traumatólogo.-me responde.
Efectivamente, Menganita ha venido guerrera. O quizás piense que soy la secretaria del traumatólogo.
-Menganita, ¿Y si me cuenta primero lo que le ocurre y después vemos si es necesario que la vea otra vez el traumatólogo?.
-Pues que me duele la rodilla, como siempre.- Refunfuña.
-Pero Menganita, ¡si es el mismo dolor de siempre y ya le dijo al traumatólogo que no se quería operar!
-Y no quiero, pero me duele.-Sentencia mientras se toca la rodilla.
-Pase a la camilla, que se la voy a mirar, por ver si hay algo nuevo.-Y con la mano derecha la invito a subir.
-¿A la camilla? ¿Me va a hacer desvestirme? 
¡¡¡Dios mío dame paciencia!!! pienso, mientras mantengo gesto cual estatua.
Como era de esperar, la rodilla de Menganita está igual que siempre.
-Menganita, su rodilla está igual. Es lógico que le duela porque ya sabe que tiene artrosis.¿Está tomando lo que le puse para el dolor?
-¡Uy no, doctora, estoy harta de tanta pastilla!
-Lamentablemente, las pastillas es lo que más le va a quitar el dolor.
-Pues entonces deme la receta del Pacetamol.
-Muy bien, Paracetamol. (Aquí hago de traductora simultánea) -¿Y necesita algo más?
-Sí, dame la del colesterol y la de la tensión.
Voilá! me acaba de transformar en una tendera.
-Y deme también antibiótico.
-¿Antibiótico para qué, Menganita? - Me descoloca.
-¡Anda! Para mi nieto, que tiene gripe.
-¿Para su nieto? Menganita... si su nieto está con gripe, ¿no cree que le tendré que ver a él? Y además, si es gripe, ya le he explicado en otras ocasiones (parezco un loro de repetición) que no se cura con antibiótico. 
-¡Pues vaya cosa que me dice!-me recrimina enfadada. -La otra doctora, que es MUY SIMPÁTICA Y MUY BUENA, me lo da sin ponerme pegas. Me tendré que ir a ella. Y así, de paso, que me mande al traumatólogo.
No existe la otra doctora, pero me desafía. Me transformo en boxeador fuerte e implacable y encajo bien el golpe.
-Si se lo dan otras veces, será porque lo necesite. Yo ahora no se lo voy a dar. ¿Necesita algo más?
-Ya nada más. Bueno doctora, que pase un buen día (se le ha pasado el enfado).
-Buenos días, Menganita, pase un buen día usted también. (Ahora me siento un gran atleta en el pódium, tras una dura carrera de obstáculos).
Las 10:40. El retraso es imparable... En este momento me hago Politeísta y me encomiendo a todos los Dioses. 
-Zutanita, pase.



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