Durante mi corto y acelerado aprendizaje en estos últimos dos años como "clínico residente", una de las cosas que he aprendido es que hay dos tipos de Médico a los que aspirar... al buen Clínico y al Clínico rutinario.
Elegí esta especialidad (Medicina de Familia) por ser una especialidad básica, los cimientos en la reconstrucción de cualquier diagnóstico de enfermedad. Aquí el médico cuenta con sus manos, sus conocimientos, su experiencia y algún instrumento básico (véase un otoscopio, un fonendo, un tensiómetro, un pulsioxímetro, una máquina de ECG...) para hacer un primer diagnóstico. Por ello tiene que escuchar detenidamente al paciente, ordenar cronológicamente lo que cuenta, explorar minuciosamente su cuerpo enfermo y realizar nexos de unión entre todo ello. Después debe ayudarse del tiempo (esperar y ver) hasta desenmascarar el trastorno culpable, y finalmente, si es estrictamente necesario, derivar al especialista para realizar exámenes complementarios.
Si el Médico de Familia realmente lleva a cabo este procedimiento a la hora de atender a pacientes, a pesar de que fuera de la consulta los pacientes gruñan por el retraso que lleva y sus indicadores de espera no sean los adecuados, debe decirse que ES un Buen Clínico.
No obstante, he observado durante las rotaciones y las guardias que muchos de los pacientes, en esta vida acelerada e inconformista en la que nos movemos, se decantan por un Clínico Rutinario que actúa de forma sistemática. Caen en el error de pensar que aquél médico que más pruebas pide, el que más envía al especialista y el que más medicación prescribe es el que con más certeza encontrará y curará el origen de sus males, sumándose a ello la reducción en el tiempo de consulta que supone este tipo de práctica clínica.
Día tras día veo como ha ido perdiendo valor esta profesión tan instintiva y vocacional. Cuando era una estudiante de Medicina (de eso hace tan sólo 3 años), memoricé miles de apuntes y libros dónde explicaban los signos y síntomas de cada enfermedad, y los profesores nos instruían a base de tardes y tardes de prácticas cómo interpretar las quejas de los pacientes y cómo localizar las afecciones observando y tocando a la gente. Y de pronto, llega el día que me siento frente al paciente y me doy cuenta que escuchar, auscultar y palpar, aunque te proporcionen un juicio diagnóstico, al paciente no le sirve; con una prueba complementaria(que simplemente es eso, complementaria, y que probablemente no aporte más información) se queda más tranquilo.
Me produce mucha tristeza cuando, estando yo en una rotación hospitalaria, atendemos a alguien derivado del centro de salud que dice "Mi médico me ha mandado porque se lo he tenido que pedir yo", no siendo necesaria dicha derivación. Y es que, cuando estoy en el centro de salud veo como ese tipo de pacientes, muy demandantes, fuerzan al Buen Clínico de familia (incluso a veces con demandas de por medio) a que les envíe al especialista. Entonces me doy cuenta de la cruda realidad; muchos pacientes ya no quieren un Buen Clínico; buscan a uno Rutinario que, a través de pruebas objetivas justifiquen que tengan o no tengas una enfermedad. Pero no piensan que las pruebas sin clínica carecen de sentido y que cada prueba conlleva una serie de riesgos, por no hablar de la cantidad de hallazgos incidentales que en ellas se detectan y que, a pesar de no haber clínica asociada, insta a descartar otras patologías quizás inexistentes, iniciándose así una espiral de violencia diagnóstica llena de pruebas mucho más agresivas y de dudosos resultados.
Por todo ello y quizás por la ilusión que me otorgan estos primeros años como Clínico Residente, yo aspiro a llegar a ser Buen Clínico, y animo a todos aquellos que alguna vez sean pacientes, a que se dejen asesorar por él, ya que además de escuchar y acompañar, estudia y se actualiza a diario para trabajar bajo el principio "Primum non nocere".
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"Yo creo que llegará el día, en que el enfermo se abandonará a las manos de los médicos. Sin preguntarle nada, estos médicos le extraerán sangre,calcularán algunas variables,multiplicarán unas por otras,curarán a este enfermo con sólo una píldora. Sin embargo, si yo caigo enfermo, me dirigiré a mi viejo médico de familia. El me mirará en el ángulo del ojo, me tomará el pulso, me palpará el vientre, me auscultará. Después toserá, prenderá su pipa, se frotará el mentón, y me sonreirá para calmar mi dolor. Desde luego yo admiro la ciencia, pero también admiro la sabiduría"
Antoine De Saint Exupery. París, Abril de 1936